Marc Sabadí, Identity Innovation Lead en Mitek Systems.
Marc Sabadí Identity Innovation Lead Mitek Systems

La mejor inversión que puedes hacer tiene que ver con tus datos personales

delegado de protección de datos-DPD

Nuestra vida hace tiempo que dejó de ser solo física para ser también digital. Y en ese mundo en línea, lo que nos representa son nuestros datos. Ahora, en lugar de visitar tiendas de manera presencial, entramos en plataformas de venta online, ofreciendo nuestra información a cambio de descuentos y suscripciones. Nos sentimos cómodos, como si fuera el acto más íntimo del mundo. Pero ¿qué estamos sacrificando realmente?

La respuesta está en algo más valioso que cualquier descuento que podamos conseguir en estos comercios. Me refiero a nuestra identidad digital, y no precisamente a nuestras caras o gestos, sino a esa serie de datos que, correctamente combinados, pueden abrir puertas a nuestra vida privada. Un nombre, una dirección, una fecha de nacimiento; simples piezas de información que, en manos equivocadas, pueden convertirse en herramientas peligrosas.

Así que, ¿cómo podemos protegernos en un entorno donde nuestra identidad digital parece estar siempre bajo amenaza? La respuesta es simple y a la vez crucial: autenticación. Autenticar significa, en esencia, probar que eres quien dices ser. En el mundo físico, es tan sencillo como mostrar tu carné de identidad o pasaporte. Pero en el mundo digital, las cosas son mucho más complicadas.

Contraseñas, preguntas de seguridad, códigos enviados por mensaje de texto; todo forma parte de un proceso diseñado para asegurar que solo tú tengas acceso a lo que es tuyo. Sin embargo, no es suficiente con autenticar una vez y olvidarse del tema. La autenticación debe ser un proceso constante, un hábito.

Un sistema de autenticación que cubre la vulnerabilidad de la contraseña

Uno de los errores más comunes que cometemos es pensar que una contraseña única es suficiente para protegernos. Muchos siguen utilizando las mismas contraseñas para diversas cuentas, o peor aún, eligen combinaciones obvias y fáciles de adivinar. Pero la autenticación no se trata solo de crear contraseñas complejas; es una cuestión de mentalidad.

Un sistema cada vez más común y efectivo es la autenticación multifactor (o MFA, por sus siglas en inglés). Este sistema requiere no solo de una contraseña, sino también de una segunda prueba de identidad, como un código temporal enviado a nuestro teléfono o una confirmación biométrica.

La idea es simple: si alguien intenta acceder a tu cuenta, necesitará algo más que tu contraseña para lograrlo. Y aquí es donde entra en juego la verdadera magia de la autenticación: no se trata solo de hacer más difícil que alguien robe nuestra información, sino de hacer que cada intento de intrusión se vuelva, si no imposible, al menos demasiado complicado para valer la pena.

En este sentido, la biometría es la opción líder en métodos de verificación de identidad. Dos tercios de usuarios encuestados por VISA la utilizan y citan como principal razón el hecho de no querer recordar contraseñas y considerar que esta tecnología ofrece mayor seguridad que estas.

 

La seguridad es un hábito que va más allá de la tecnología

El factor humano juega un papel central en todo esto. Nos gusta la comodidad. Queremos acceso rápido y fácil a nuestras cuentas, nuestras compras, nuestras redes sociales. Pero en la era de los delitos cibernéticos, la comodidad a menudo es el enemigo de la seguridad. Por eso, es esencial cambiar nuestra forma de pensar. En lugar de ver la autenticación como un obstáculo, debemos entenderla como una inversión. Cada vez que te tomas unos segundos adicionales para autenticarte, no estás perdiendo tiempo; estás ganando seguridad.

Además, debemos ser más conscientes de cómo distribuimos nuestros datos personales. Si bien es tentador aceptar cualquier oferta que nos haga ahorrar unos cuantos euros o minutos, es fundamental preguntarnos: ¿realmente vale la pena compartir mi información? Las empresas recogen nuestros datos constantemente, y una vez que están en sus manos, no siempre tenemos control sobre cómo serán protegidos o utilizados. Cuestionar cada solicitud de información es el primer paso para evitar que nuestra identidad digital quede dispersa por el ciberespacio.

El futuro de la seguridad digital también pasa por una mayor educación sobre los riesgos y derechos que tenemos como usuarios. Las legislaciones están comenzando a ponerse al día con la realidad tecnológica, pero aún queda mucho por hacer. Mientras tanto, cada uno de nosotros puede y debe adoptar su rol en esto.

Al final, proteger nuestra identidad en línea es una cuestión de sentido común y responsabilidad personal que va más allá de la tecnología. Tomar decisiones informadas, autenticarnos continuamente y pensar antes de compartir son pasos simples pero útiles. Porque, aunque ese pequeño ahorro o esa comodidad momentánea sean tentadores, la seguridad de nuestros datos es mucho más valiosa.

Así que, la próxima vez que estés a punto de comprar en digital o de aprovechar una oferta online a cambio de tu información personal, haz una pausa, reflexiona y recuerda: lo más importante que tienes para proteger no es el dinero que vas a ahorrar, sino tu identidad. Y no hay mejor inversión que esa.

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