La desinformación se ha convertido en una de las prácticas más desestabilizadoras de la sociedad. Un hecho que, cómo no, afecta a la seguridad. Los mensajes manipulados, las medias verdades, el oportunismo informativo o, directamente, la mentira, contribuyen a la confusión y el moldeamiento de los receptores. Cuando esto se aplica a gran escala, el resultado es una percepción distorsionada de la realidad. Sin embargo, se trata de un asunto extremadamente complejo de solucionar y con multitud de aristas a tener en cuenta.
Para arrojar un poco de luz y claridad a este asunto, las revistas Seguritecnia y Red Seguridad dedicaron la cuarta edición de la Jornada de Inteligencia y Seguridad a analizar las características de la desinformación y cómo afecta a la sociedad. Varios expertos en seguridad analizaron este fenómeno para dar a conocer sus formas de presentación, sus efectos y los métodos para combatirlo.
Tras una breve introducción de Ana Borredá, directora de Seguritecnia, el primero en intervenir fue César Álvarez, coordinador de proyectos de la Fundación Borredá, quien explicó que la desinformación se mueve en el terreno de las «amenazas híbridas», cuyo objetivo persigue la manipulación y la desestabilización de un grupo o de toda la sociedad.
«En la desinformación se utilizan mentiras, falsedades y medias verdades», sostuvo Álvarez, quien llamó la atención en el efecto multiplicador de las redes sociales y su capacidad para llamar la atención de un mayor espectro de la población. Asimismo, el representante de la Fundación Borredá advirtió de que «la desinformación utiliza diversas modalidades, desde la sátira o la parodia, que es una inocente manipulación, hasta un contenido elaborado con la finalidad de manipular al receptor».
Tras un análisis de los intereses que puede haber detrás de las agencias de verificación y de las iniciativas puestas en marcha por la Unión Europea, Álvarez observó que actualmente existe «una crisis de la verdad objetiva, porque ya nadie sabe lo que es verdad ni lo que no, lo cual es probablemente es uno de los objetivos de la desinformación».
Para combatir esta problemática, el coordinador de Estudios de la Fundación Borredá consideró que es necesario cultivar el espíritu crítico y la educación, más allá de otras consideraciones como la regulación o la modificación del Código Penal. «Es necesario una alta dosis de pensamiento crítico, porque quien decide si una información le interesa no es quien emite la información, sino quien la recibe», concluyó este profesional.
Capacidad de extensión
En ese sentido se pronunció también José Luis Flórez, presidente de la Fundación Ethia, quien sostuvo que en cualquier ámbito tienen lugar relaciones en las que fluye la información; sin embargo, todo depende del emisor y del receptor. No obstante, tal y como explicó Flórez, también existen otros condicionantes característicos de la manera en la que se presenta la información. Estas magnitudes son la posición (es decir, dónde se está produciendo una noticia o comunicación), la velocidad (cuántas personas están siendo afectadas por esta información) y la aceleración (si se viraliza).
«Desde el punto de vista técnico, la capacidad de escuchar y de conocer qué ocurre en las redes sociales tiene un nivel sin precedentes para lo bueno y lo malo», afirmó el ponente. Hoy en día tenemos la capacidad de monitorizar y de radiografiar a las personas, incluso a nuestros propios familiares. «En definitiva, podemos saber hasta qué punto la información tiene una carga mayor o menor de polarización», aseguró Flórez.
En realidad, esto es una gran ventaja porque incluso podemos analizar si una pieza de información sufre mutaciones a lo largo del tiempo, añadió con posterioridad. Sin embargo, cualquiera puede utilizar esas mismas herramientas y técnicas para acometer actos ilícitos. No en vano, los delincuentes disponen de una tecnología que permite conocer las palancas emocionales que mueven a las personas. Es decir, pueden averiguar las reacciones de la gente ante una serie de estímulos y aprovecharse de ello con fines malintencionados.
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