Sin privacidad no hay confianza digital. Las empresas que priorizan esta cualidad tienden a disfrutar de una reputación más positiva y un menor número de incidentes de ciberseguridad. Así lo reconoce Isaca en un recientemente informe, Privacy in Process, que asegura que el 87 por ciento de las organizaciones en Europa ofrecen formación sobre privacidad a sus empleados. Pero en él, sin embargo, el 94 por ciento de las empresas admite la existencia de un déficit de competencias en este ámbito.
De hecho, el documento afirma que prácticamente seis de cada diez compañías no tienen entre sus filas un equipo técnico de privacidad con personal suficiente. Incluso el 20 por ciento asegura que tarda en torno a seis meses en cubrir un puesto técnico de privacidad, y el 40 por ciento no invierte los suficientes medios en esta materia.
La falta de formación, las brechas de datos y el nulo fomento de la protección de datos desde el diseño se postulan como algunos de los fallos en materia de privacidad más comunes. Tan solo el 38 por ciento de los directivos confía en la capacidad de su compañía para garantizar la seguridad y privacidad de los datos confidenciales.
Confianza
La consolidación de la confianza digital reside en los profesionales de la ciberseguridad. El panorama actual de ciberamenazas no muestra solo un aumento en el número de ataques, sino también en la sofisticación y tamaño de los mismos. Al tiempo que los ciberdelincuentes desarrollan sus habilidades para meter en problemas a las compañías, los equipos de seguridad y privacidad han de conseguir ir un paso por delante para garantizar la tranquilidad y confianza de sus directivos y clientes mediante la protección de los datos sensibles. Por tanto, para Isaca, uno de los retos es la necesidad de talento.
Sobre la reducción de la brecha de competencias en protección de datos, Tony Hughes, miembro del Grupo de Trabajo de Tendencias Emergentes de Isaca, afirma que «buscar únicamente candidatos con experiencia específica y conocimientos técnicos sobre privacidad es una mentalidad anticuada. Para reducir la brecha de competencias en privacidad, las organizaciones deben apostar por la reconversión profesional de las personas que no desempeñan funciones relacionadas con la privacidad, recurrir a empleados contratados y centrarse en personas con las competencias interpersonales adecuadas».
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