La ciberdelincuencia es una actividad delictiva que tiene como objetivo principal un ordenador, una red asociada a este o un dispositivo conectado. No obstante, aunque la creencia más arraigada en la sociedad es que es llevada a cabo por individuos o ciberdelincuentes, la ciberdelincuencia también puede ser practicada por organizaciones. Incluso los Estados utilizan herramientas para acometer ciberataques a otras naciones.
Su objetivo principal es, eso sí, el mismo: dañar dispositivos o sistemas de usuarios u organizaciones con fines de lucro, personales o políticos.
De hecho, es una de las actividades delictivas de más rápido crecimiento en todo el mundo debido a la necesidad de conectarse a Internet. Un ejemplo de ello son los datos ofrecidos por el VIII Informe sobre Cibercriminalidad, elaborado por la Secretaría de Estado de Seguridad. Este documento expone que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad registraron, en 2020, 287.963 presuntos delitos relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación. Cifra que supone un crecimiento del 31,9 por ciento de los ciberdelitos respecto a 2019.
Es por ello que la Administración persiga a la ciberdelincuencia como lo que es: un delito real. Por este motivo, instan a que toda esta actividad sea denunciada ante los cuerpos policiales del territorio nacional. El motivo es simple: según el CCN CERT, en España se resuelven más del 85 por ciento de los casos, con un período medio de investigación de 18 días, y solo el 14 por ciento queda sin castigo.
Tipos y prácticas para evitar la ciberdelincuencia
Los ciberdelitos pueden ser de diferentes tipologías. Algunos ejemplos de ellos son:
- Fraudes por correo electrónico e Internet, conocido como phishing.
- Ataques de spoofing o suplantación de identidad.
- Ciberextorsión para exigir dinero para evitar una amenaza o recuperar información robada.
- Cryptojacking, donde los ciberatacantes minan criptodivisas utilizando recursos que no les pertenecen.
- Malware, y entre él el más extendido y que más afecta a las organizaciones de todo el mundo: el ransomware.
- Y un largo etcétera.
Para evitarlos, la mejor manera de protegerse es adoptar hábitos digitales cuidadosos y sensatos. En este sentido, algunas prácticas que pueden ayudar a usuarios y organizaciones a mantenerse seguros son:
- Desconfiar de los correos electrónicos con archivos adjuntos o enlaces dudosos.
- No descargar los archivos de los correos ni pinchar en dichos enlaces a menos que se conozca el emisor, ya que pueden contener malware.
- No instalar aplicaciones de fuentes desconocidas.
- Evitar la conexión a redes WiFi públicas o gratuitas.
- Utilizar contraseñas robustas y no reutilizar la misma en varias cuentas. Además, es recomendable cambiar cada cierto tiempo las claves.
- Tener instalado y actualizado el sistema antivirus. El dispositivo también deberá estar plenamente actualizado.
- Concienciar y formar a los usuarios de Internet, ya sean trabajadores, miembros de la familia, etc.
- Estar al tanto de las principales ciberamenazas y ciberataques para evitar sufrir esta lacra.
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