Un exploit es un ciberataque que se aprovecha de las vulnerabilidades del hardware, sistema operativo, redes, o aplicaciones de un dispositivo. Suele adoptar la forma de software o código malicioso con el objetivo de tomar el control de un ordenador o de robar datos.
No obstante, cabe destacar que para sufrir un exploit es necesaria la existencia de una vulnerabilidad en el dispositivo en cuestión. Es decir, que el sistema o la red informática cuenten con un punto débil o un fallo de seguridad que permita la entrada de malware.
No en vano, ya de por sí las vulnerabilidades pueden ser peligrosas, ya que pueden provocar la caída del sistema o recibir ataques como los de denegación de servicio o de DNS, lo que podría incluso conllevar una paralización de la organización.
Tipos de ‘exploit’
Los exploit se pueden clasificar en dos tipos: conocidos o desconocidos. De los primeros ya tienen constancia los responsables de seguridad, quienes cuentan con parches para protegerse. En cambio, los desconocidos, también denominados exploits de día cero, se producen el mismo día en que se descubre una debilidad en el software.
Uno de los casos más famosos ha sido EternalBlue. Este exploit permite la ejecución arbitraria de código y el acceso a la red mediante el envío de paquetes especialmente diseñados. Además, este malware compromete a toda la red y a los dispositivos conectados a ella.
Reconocimiento y solución
Los riesgos que conlleva un exploit van desde un rendimiento más lento, caídas o bloqueos frecuentes del sistema, cambios en la configuración, aparición de ventanas emergentes o anuncios en lugares donde no deberían aparecer hasta la pérdida de espacio de almacenamiento.
Así, para evitar recibir cualquier tipo de malware es recomendable llevar a cabo una serie de medidas esenciales de ciberseguridad. Entre ellas las siguientes:
- Instalar un sistema antivirus y medidas adicionales de protección de los equipos informáticos.
- Mantener actualizado el software y las aplicaciones de los equipos.
- Crear copias de seguridad de forma periódica.
- Establecer un control de acceso al equipo, especialmente en el caso de las empresas.
- Crear conciencia y educar a los empleados en materia de ciberseguridad de los posibles riesgos asociados.
- Realizar una gestión óptima de las contraseñas.
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