Yate de lujo hundido: ¿Quién era el magnate de la IA muerto en el misterioso naufragio?

Gabriela Bustelo

Los hechos sucedidos en un puerto mediterráneo en agosto hubieran apasionado a Agatha Christie. El yate británico Bayesian de 56 metros se hundió en 15 minutos en la bahía siciliana de Porticello, donde había fondeado para pasar la noche. De las 22 personas que viajaban a bordo se salvaron 15 y murieron 7. Entre los fallecidos estaban el dueño, Michael Lynch, empresario tecnológico experto en IA, y su hija de 18 años, Hannah Lynch.

¿Cómo pudo hundirse en 15 minutos el yate Bayesian anclado en puerto?

La esposa del dueño, Angela Bacares, a cuyo nombre estaba el yate Bayesian, salvó la vida. De una tripulación de 10 personas sobrevivieron nueve, incluyendo al capitán, el neozelandés James Cutfield. El único miembro de la tripulación que murió fue el cocinero, Recaldo Thomas, canadiense procedente de la isla de Antigua. Pero cuatro de los nueve invitados murieron ahogados. Eran nada menos que Jonathan Bloomer, presidente de Morgan Stanley International y Christopher Morvillo, socio principal del bufete Clifford Chance y abogado de Michael Lynch. Y las esposas de ambos, Judy Bloomer, psicoterapeuta retirada, y Neda Morvillo, diseñadora de joyas.

¿Cómo pudo suceder algo tan insólito? Esa es la pregunta que hace Giovanni Costantino, fundador y CEO de la empresa The Sea Group, que construyó el yate en 2008, botándolo con el nombre Salute. «Ese barco es inhundible«, ha dicho categóricamente, días antes de que el fiscal italiano Ambrogio Cartogio abriera una investigación por homicidio involuntario, asegurando que «no excluye ninguna hipótesis como causa de la tragedia». (Por cierto, no faltan supersticiosos que señalan la mala suerte asegurada al cambiar el nombre a un barco, profanando la identidad de la nave y pudiendo desatar la furia de los mares. En este caso el nombre Bayesian alude a la teoría estadística de Thomas Bayes, basada en la interpretación de la probabilidad, con un determinado grado de certeza en el acontecer de un hecho futuro. Teniendo en cuenta la improbabilidad del hundimiento del yate, el nombre parece casi una predestinación.)

Los enigmas del naufragio del yate Bayesian del magnate británico de la IA

No han pasado ni veinte días, pero las preguntas en torno al estrambótico suceso se mantienen sin respuesta. ¿Había escotillas abiertas o el agua que hundió el barco entró por las ventanas rotas por la fuerza del temporal? ¿El marinero Matthew Griffith, que estaba de guardia, debió haber despertado a los anfitriones y los invitados, además de despertar al capitán, como hizo? ¿Influyeron las características especiales del mástil de aluminio de 75 metros de altura, que pudo desestabilizar la nave hasta hacerla volcar y que al ser irrompible era más peligroso que un mástil antiguo de madera? ¿La quilla retráctil estaba subida, restando sujeción, o estaba bajada, haciendo de contrapeso al empuje del mástil? ¿El yate arrastró el ancla, que en vez de servir de contención, debilitó a la nave frente a la tormenta? ¿La tripulación bajo el mando del capital Cutfield hizo todo lo posible para salvar las vidas de Mike Lynch y sus huéspedes?

Sin embargo, tengamos presente que la convivencia a bordo de un yate de lujo es complicada. El objetivo principal es hacer disfrutar al propietario y a sus acompañantes. Y paradójicamente, el hecho de que el dueño del barco se encuentre a bordo dificulta la capacidad del capitán y la tripulación para imponer los procedimientos de seguridad. Sacar de la cama al anfitrión y sus amigos a las cuatro de la madrugada, insistir en que se pongan chalecos salvavidas y se reúnan en la cubierta porque hay una racha de viento fuerte, todo eso es fácil de exigir a posteriori. In situ es otra cosa muy distinta.

Pero ¿a qué se dedicaba Michael Lynch, apodado «el Bill Gates británico?

A comienzos de la década de 1990, Lynch fundó Cambridge Neurodynamics, especializada en el reconocimiento digital de huellas dactilares. Un lustro después montó la empresa tecnológica Autonomy, derivada de la empresa anterior. Esta segunda compañía le tuvo casi quince años pendiente de acusaciones de estafa en Reino Unido y haciendo frente a un juicio por 15 cargos de fraude en Estados Unidos. En junio de este año resultó finalmente absuelto en California. Precisamente esta exoneración fue el motivo de su crucero en el yate Bayesian, para celebrar el final de una década de pleitos, incluyendo un año de arresto domiciliario en San Francisco.

La atención mediática se ha centrado en Autonomy. Pero hay una tercera empresa en la vida de Mike Lynch. Darktrace nació en Cambridge hace once años. Los fundadores son un excéntrico grupo de matemáticos, ex espías británicos del servicio secreto GCHQ y expertos en IA procedentes de EEUU. La financiación procedía de Invoke Capital, un fondo de inversión tecnológica dirigido por el propio Lynch. Lo que les movió a unirse fue el empeño en detener las apropiaciones de información tipo Wikileaks, es decir, el robo de datos mediante filtraciones internas. Casi una década después, la especialidad de Darktrace es la ciberseguridad empresarial, garantizando un blindaje digital infranqueable.

Cómo funciona la Inteligencia Artificial de Darktrace

La novedad que aporta Darktrace es que, en vez de abordar la ciberseguridad como la construcción de un castillo informático, usa la técnica del espionaje. Es decir, rastrea a los intrusos digitales para averiguar qué buscan, quiénes son y cómo han logrado entrar. El argumento es que, ante una ciberdelincuencia cada vez más sofisticada, siempre será imposible fortificarse lo suficiente, como demuestran los casos de Ashley Madison en 2015 y Sony en 2011 y 2023.

La estrategia de Darktrace consiste en poner señuelos digitales para atraer a los ciberdelincuentes. Una vez que pican el anzuelo, comienza el periodo de vigilancia. En cuanto a las amenazas internas, la detección de movimientos anómalos en los sistemas lleva a monitorear la actividad de la plantilla corporativa, para cazar al sospechoso en flagrante delito.

Todo esto se retroalimenta a un algoritmo de aprendizaje automático, dado que que la tecnología de Darktrace se vuelve más inteligente cuanto más tiempo permanece en funcionamiento. La empresa lo compara con un sistema inmunológico humano, que crece a medida que se expone a más enfermedades.

Hoy más de 3.500 empresas e instituciones de todo el planeta usan esa innovadora IA para proteger sus datos en nube, correo electrónico, redes y estructuras corporativas de información. Esto incluye ciberataques tipo enemigo interno, espionaje industrial, amenazas IoT, malware de día cero, pérdida de datos, riesgos en cadena de suministro y vulnerabilidades de infraestructura a largo plazo.

Darktrace y su plantel de espías de ambos lados del Atlántico

Darktrace nunca ha ocultado tener espías retirados entre sus empleados. De hecho, la empresa se fundó cuando Lynch organizó una reunión entre varios agentes del GCHQ y matemáticos de Cambridge. Pero parece ser que el asunto fue más lejos y que durante años Mike Lynch estuvo profundamente involucrado con los servicios secretos británicos y estadounidenses. La empresa jamás disimuló, llegando casi a presumir de tener o haber tenido entre sus filas a agentes de MI5, MI6, CCHQ, CIA, NSA y FBI. Ya en 2016 Lynch definió Darktrace como “una startup llena de espías”.

Regresemos al presente. El jueves 6 de junio de 2024, hace tres meses, Mike Lynch y Stephen Chamberlain —vicepresidente de la empresa Autonomy entre 2005 y 2012— quedaron absueltos en el juicio por fraude contable y conspiración en el tribunal federal del Distrito Norte de California, Estados Unidos. La fiscalía les acusaba de inflar malintencionadamente el valor de Autonomy cuando Hewlett-Packard compró la empresa a Mike Lynch en agosto de 2011 por casi 10.000 millones de euros. Después de trabajar durante siete años en Autonomy como vicepresidente financiero, Chamberlain había entrado en Darktrace como director de operaciones. No figuraba en la lista de invitados de la celebración en el yate, por estar fuera del círculo íntimo de «peces gordos».

El sábado 17 de agosto, 48 horas antes del hundimiento del Bayesian, una mujer atropelló accidentalmente a Chamberlain en una carretera próxima a Cambridge. Murió en el hospital dos días después, a la misma hora que el yate de Lynch se hundía en 15 minutos en una bellísima bahía de Sicilia.

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