Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de todo el planeta comprueban día tras día que el ciberdelito se está convirtiendo, progresivamente, en una de las formas de delincuencia que más rápidamente se expande, tanto desde el punto de vista del incremento espectacular de la cibercriminalidad como de la evolución y sofisticación de los ataques. En España la Policía Nacional, atendiendo a datos estadísticos y operativos, comprueba que en los últimos años la ciberdelincuencia ha tendido de una manera imparable a su incremento.
Durante el año 2022 el cibercrimen supuso un 17 por ciento del total de la tasa de criminalidad en nuestro país, destacando los fraudes informáticos, que conformaron casi el 90 por ciento de todos los delitos tecnológicos. Estas cifras ayudan a entender por qué el cibercrimen se ha convertido en una de las principales amenazas para empresas e instituciones, objetivos constantes estas últimas de intentos de ciberataques de encriptación, phishing, ciberespionaje o exfiltración de datos; pero también para la ciudadanía en general, la cual es víctima de infinidad de modalidades de fraudes, ciberextorsiones o usurpaciones de identidad.
Todos ellos son ataques cometidos por ciberdelincuentes que gradualmente están tendiendo a la profesionalización y especialización delictiva, que buscan y ofertan sus servicios y productos en la Dark Web y que dirigen sus acciones tanto a los niveles más básicos de usuarios de la red como a objetivos estratégicos de sectores empresariales, bancarios, sanitarios o gubernamentales e infraestructuras críticas, tratando de acceder y de robar datos comprometidos o de alta seguridad.
Medidas estratégicas para combatir la ciberdelincuencia
Esta tendencia ha motivado que la lucha contra la cibercriminalidad y la ciberdelincuencia se haya convertido para la Policía Nacional en una de sus principales prioridades operativas. De hecho, ha adoptado en los últimos tiempos diferentes medidas estratégicas para combatirla: incremento, formación y actualización de las unidades de investigación y prevención; inversión en innovadoras herramientas técnicas, especialmente en el ámbito de la obtención de evidencias digitales y rastreo de monedas virtuales; potenciación de las relaciones con otros servicios policiales internacionales a través de la Oficina Central Nacional de Interpol y de la Unidad Nacional de Europol; y fortalecimiento de la ciberinteligencia para facilitar la toma de decisiones en los niveles técnico operativos y estratégicos.
Igualmente, no nos olvidamos de un elemento fundamental como es la prevención y concienciación de los usuarios de la Red en el uso seguro de la tecnología, pues el error humano sigue siendo la principal vía de entrada con éxito de los ataques. De ahí que otra de las prioridades sea tratar de contribuir con nuestros medios en la implantación de una imprescindible cultura de la ciberseguridad; sobre todo en los colectivos más vulnerables, pero también en el ámbito empresarial, donde resulta fundamental la implicación de todos los niveles que conforman los equipos de trabajo.